Parecía estar vivo. Su rostro se deformaba y contorsionaba en sombrías muecas. Demonio de piedra. Las copas de los árboles, formando una bóveda sobre él, susurraban amenazadoramente.
miércoles, 12 de enero de 2011
Contacto
Cuando se presentaron fue, sin lugar a dudas, una sorpresa. No porque tuvieran tentáculos en el rostro; no porque tuvieran cola, ocho ojos, alas, cuernos o la cabeza con la forma de un pepino. No por sus habilidades telepáticas, su longevidad, su capacidad para volverse invisibles o arrojar bolas de fuego por la boca. No. Lo que nadie esperaba era otra cosa: uno podía mirarles a los ojos y sentir una espeluznante familiaridad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)