martes, 13 de marzo de 2012

Coherencia, señores

Era un pueblo presumido de cultura y costumbres. Entre ellas, una muy arraigada consistía en no apartarse del trayecto coincidente con otro viandante. Hacerlo suponía un gesto de rechazo. Se depositaba en el Divino la confianza de que variara los aires para desviarlos los suficientes grados y evitar la colisión.
Con el paso del tiempo, la población llegó a ser tan numerosa que debía hacerse algo para impedir que la sociedad se sumiera en el caos. Se reunieron los poderosos y uno dijo:
—Coherencia, señores, coherencia; hay que volver a unos niveles demográficos coherentes.
La moción fue aprobada por unanimidad.