Experimentaba una felicidad desconocida, pero a la vez hallábase en la más
profunda amargura, imbuíase de una rabia incontenible, pues aunque al fin la
poseía, eran otros los que habían gozado de su juventud. Otros habían
acariciado su juvenil piel, él pasaba la mano por un cuerpo ajado, áspero;
otros se habían arrojado dentro de unos ojos resplandecientes de vida, él, se
precipitaba en unos pozos secos, unos ojos apagados, de una negrura insondable;
otros habían besado unos labios ardientes, rebosantes de color, él, unos labios
cansados.
Y sin embargo, otros lo envidiaban a él, pues todo lo que ella les había
podido regalar se hallaba en la superficie, aquello perceptible a los cinco
sentidos, y él llegaba en el momento oportuno para recoger aquello que era
perceptible al alma, y que sólo el tiempo producía.
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