El verano
terminó de forma tan brusca que se sospecharía que Dios había tenido algo que
ver. De un día para otro se apagaron ventiladores y se sacó la ropa de
invierno. No eran frío y lluvia pasajeros: el otoño se había presentado de
improviso y con antelación.
Para él, el
cambio supuso que el malestar de la entrepierna se le concentrara en la cabeza
y en el pecho. De la hambruna sexual había pasado a esa carestía emocional tan
intrínseca al otoño y a la certeza del suceder del tiempo y los años que pasan
y no vuelven, y empezó a resentirse al percibir cuán solo se hallaba y cuánto
necesitaba un cuerpo hermanado al suyo. La mascarada del verano quedó al
descubierto.
No era un
sentimiento nuevo, sucedía año tras año. Soñaba dormido e imaginaba despierto y
se inventaba situaciones con todas las chicas que conocía y de las cuales se
había enamorado, o las juntaba como si fueran piezas y creaba nuevas e idílicas
mujeres. Dentro de la tristeza que suponía el conocimiento consciente de la
inexistencia de aquellas invenciones, le era bien grato y le proporcionaba
grandes dosis de felicidad.
La imagen que
más colmaba sus pensamientos estaba formada por una
habitación y una ventana con una cortina traslúcida. Reinaba un silencio
absoluto y la brisa traía el frescor ansiado en verano y acariciaba los dos
cuerpos abrazados que, rendidos ante la agradable morriña de aquella época del
año, medio dormían dándose calor mutuo y profundo cariño. ¡Daría su vida y su
tiempo por la realidad de un día idéntico!
El soñado llegó aquel mismo septiembre, de forma exacta
a como lo había imaginado. Ella era más de lo que podría desear, el frescor que
traía la brisa poseía la temperatura idónea y el silencio tenía el absoluto que
buscaba. Debería ser tan dichoso como había esperado, pero hubo algo que lo
echó a perder: faltaba la tristeza que daba sentido a toda la construcción. Por
ello, tuvo nostalgia de la nostalgia que había perdido y deseó fervientemente
que la realidad se convirtiera nuevamente en sueño.
¿Qué decirte, Sergio? Es un relato muy bueno: un personaje común, sucesos cotidianos, y con ellos se construye un sentimiento universal que es, creo, uno de los más extraños a la más pura razón, y sin embargo tan, pero tan humano...
ResponderEliminarUn abrazo,
Esther
Sigo sin quedarme contento del todo, pero bueno, le he dado tiempo y no se me ha ocurrido nada.
EliminarGracias^^.