miércoles, 7 de septiembre de 2011

Evocación



Sobre la muralla corría el aire, un aire fresco que lo acariciaba y que sacudía sus ropas, provocándole placenteros cosquilleos.
Leía, apoyado en la pared. Las copas de los árboles se movían en un tranquilo vaivén, y como evocándole un verano que ya había quedado atrás, unos rayos se colaban y le calentaban un lado de la cara mientras el otro continuaba sumido en la fresca penumbra.
Abajo, en el patio, se escuchaban los zambullidos de los cisnes, y él, adormecido, cerró los ojos, soltó el libro y se dejó llevar.