Hubo un tiempo en que la
tierra no era un erial pedregoso sino un bosque de ladrillo y cemento; un
tiempo en que humanos y ratas no se comían los unos a los otros sino que comían
de la mano la misma basura; un tiempo en que el agua no caía en forma de lluvia
radiactiva sino que fluía de tuberías con cal y la gasolina no escaseaba sino
que se respiraba y el sexo no era una limitación sino una prostitución y el
esclavo no era castigado sino agradecido y tantas otras cosas que uno quiere
echarse a llorar cuando ha crecido en el paraíso y envejece ahora en el
infierno.
En estos pensamientos divago
mientras el tiempo corre y los hombres se asesinan por banalidades materiales
llevando la destrucción a un mundo ya de por sí desolado. Y los caballeros
decentes se desquician agotados por los infortunios y a Dios no se le ve por
ningún lado.