Cuando se presentaron fue, sin lugar a dudas, una sorpresa. No porque tuvieran tentáculos en el rostro; no porque tuvieran cola, ocho ojos, alas, cuernos o la cabeza con la forma de un pepino. No por sus habilidades telepáticas, su longevidad, su capacidad para volverse invisibles o arrojar bolas de fuego por la boca. No. Lo que nadie esperaba era otra cosa: uno podía mirarles a los ojos y sentir una espeluznante familiaridad.
Ja, ja,--- Divertidísimo. Ostia que bueno.
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